martes, 24 de febrero de 2009

DESCUBRIRTE

Ana Garrido

Cuántas veces hemos visto florecer la hierba,
cuántas veces me has desnudado
mientras tu sonrisa
me acaricia.
Hoy estamos de nuevo aquí
sobre la cama,
y la música nos envuelve,
y no queda más aire entre nosotros,
y nuestras manos se enlazan,
y se confunden,
y nos confundimos.
Me he vuelto a tí para mirarme en tu rostro;
desde tu cuerpo me llega la luz,
y me dibuja,
y nos dibuja,
y hace distintos nuestros contornos.
Estás tan cerca cuando te miro
que no veo dónde acaba tu imágen;
tal vez mis huesos levanten tu esqueleto,
tal vez tu pulso corra por mis venas.
Tu piel me queda grande.
me cae a tira desde los hombros,
pero es hermoso sentir
cómo respiras en mis pulmones.
Somos uno, quizá no más que eso,
quizá no hemos sido nunca más que eso.
Hablas, y en tus labios me sorprende mi voz,
me es ajena:
mis palabras suenan distintas en tu boca.
No digas nada, calla lo que sientes,
deja que adivine.
Sí, ahora vas a decirme que me amas,
y yo no quiero oírlo, no quiero saberlo,
no necesito saberlo.
Es tu sudor quién me lo grita.
Tu esfuerzo por dar a mis poros tu propia escencia.
Y te amo,
y me amas,
y nos amamos.
Hemos vuelto a dejar el corazón
latiendo al mismo ritmo;
míranos, va a saltársenos del pecho,
va a estallar,
va a inundar las sábanas.
La sangre me cubre ya la cara,
me salpica los dientes,
acude a mi lengua
y yo la bebo.
Qué fácil es sentirse vivo,
qué fácil acabar muriendo,
abandonarse,
dejar que las fuerzas se escapen poco a poco.
Y esa cálida emoción,
ese mirarte,
ese no haber visto nunca
un amanecer parecido,
y saber que el sol
no es más que una bombilla de 60 watios,
y preguntarse qué diablos importa
que todo no sea perfecto.
Escucha,
me estoy diluyendo entre tus brazos,
y ya sólo queda húmedo
un rumor de amapolas...



lunes, 23 de febrero de 2009

YO NO SÉ LO QUE BUSCO...

Rosalía Castro

Te amo... ¿Por qué me odias?
- Te odio... ¿Por qué me amas?
Secreto es este el más triste
y misterioso del alma.
Mas ello es verdad... ¡Verdad
dura y atormentadora!
-Me odias porque te amo,
te amo porque me odias;
Yo no sé lo que busco eternamente
en la tierra, en el aire y en el cielo;
yo no sé lo que busco; pero es algo
que perdí no sé cuando y que no encuentro,
aún cuando sueñe que invisible habita
en todo cuanto toco y cuanto veo.
Felicidad, no he de volver a hallarte
en la tierra, en el aire, ni en el cielo,
y aún cuando sé que existes,
¡y no eres vano sueño!
En los ecos del órgano, o en el rumor del viento,
en el fulgor de un astro o en la gota de lluvia,
te adivinaba en todo y en todo te buscaba,
sin encontrarte nunca.
Quizas después te ha hallado, te ha hallado y ha perdido
otra vez de la vida en la batalla ruda,
ya que sigue buscándote y te adivina en todo,
sin encontrarte nunca.
Pero sabe que existe y no eres vano sueño,
hermosura sin nombre pero perfecta y única.
Por eso vive triste, porque te busca siempre,
sin encontrarte nunca.

domingo, 22 de febrero de 2009

Y DESPUÉS

Ana Garrido

Tal vez mañana
se quiebre la tormenta
y se me enrede el silencio entre los ojos;
tal vez de tanto amor
se nos llene la boca
y acabe por romperse.
Estamos juntos, sí,
y es posible que seas tú
quien esté a mi lado.
Escapas por el borde de mis labios,
abandonas el cuerpo que fue tuyo,
pero estoy tan viva
cuando me tocas,
que ni siquiera tengo
una respuesta,
ni la palabra me asiste,
ni me pertenece,
porque la sed se me ha pegado a la garganta
y la saliva es
un océano inmenso
donde las algas flotan.
Las olas me acarician la espalda,
y la sal se me cuela por las uñas,
y te deseo,
y me deseas,
y tu humedad me limpia,
y despierta este grito,
este misterio,
esta forma de verte tras las nubes.
Rodeo tu cintura,
y resbalo,
y nado a ciegas
por ese abismo sin fondo
que me ofreces.
Después de hoy, la noche,
la noche que me lleva
la noche que seduce mis instintos,
y me devora siempre de igual modo,
y me vomita sobre la arena artificial
de alguna playa.
Mira cómo se me agrieta la piel,
cómo se me vuelve jirones la esperanza….



sábado, 21 de febrero de 2009

El Amor de mis Amores

Carolina Coronado

¿Cómo te llamaré para que entiendas
que me dirigo a tí, dulce amor mío,
cuando lleguen al mundo las ofrendas
que desde oculta soledad te envío?...

A tí, sin nombre para mí en la tierra,
¿cómo te llamaré con aquel nombre,
tan claro que no pueda ningún hombre
confundirlo, al cruzar por esta sierra?

¿Cómo sabrás que enamorada vivo
siempre de ti, que me lamento sola
del Gévora que pasa fugitivo
mirando relucir ola tras ola?

Aquí estoy aguardando en una peña
a que venga el que adora el alma mía;
¿porqué no ha de venir, si es tan risueña
la gruta que formé por si venía?

¿Qué tristeza ha de haber donde hay zarzales
todos en flor, y acacias olorosas,
y cayendo en el agua blancas rosas,
y entre la espuma lirios virginales?

Y ¿por qué de mi vida has de esconderte?
¿Por qué no has de venir si yo te llamo?
¡Porque quiero mirarte, quiero verte
y tengo que decirte que te amo!

¿Quién nos ha de mirar por estas vegas,
como vengas al pie de las encinas,
si no hay más que palomas campesinas
que están también con sus amores ciegas?

Pero si quieres esperar la luna,
escondida estaré en la zarza-rosa,
y si vienes con planta cautelosa,
no nos podrá sentir paloma alguna.

Y no temas si alguna se despierta,
que si te logro ver, de gozo muero,
y aunque después lo cante al mundo entero,
¿qué han de decir los vivos de una muerta?

jueves, 19 de febrero de 2009

CELOS

Pedro Mata

Tengo celos de tí, ¿por qué negarlo?
Tango celos de tí, celos rabiosos;
celos de la sonrisa de tu boca,
celos de las miradas de tus ojos.
Cuando yo no te oigo, ¿cómo hablas?
Cuando yo no te veo, ¿cómo me miras?
Cuando no estoy delante, ¿cómo suenan
los áureos cascabeles de tu risa?
Tú sabes en los ojos de los hombres
hay miradas impuras,
que unas veces parecen que acarician
y otras veces parecen que desnudan.
Cuando un hombre te mira de ese modo,
cuando te envuelve una mirada de ésas
y sientes que resbala por tu cuerpo,
¿qué es lo que sientes, di, qué es lo que sientes?
Yo puedo adivinar que pensamientos
laten en tí cuando de mí te acuerdas;
cuando es de otro el recuerdo que te asalta,
¿qué es lo que sueñas, di, qué es lo que sueñas?
Yo te he visto mil veces temblorosa
ante el fervor de mis ardientes frases,
con los divinos ojos entornados
y los húmedos labios anhelantes.
Embaída de amor, desvanecida,
cuando soy yo el que de amor te habla.
Si las palabras son las mismas dime:
¿cómo te suenan de otro las palabras?
Tú juras que me has dado
tu corazón, tu cuerpo y tu cariño;
pero nunca sabré si tras tus ojos
se esconde un pensamiento que no es mío.
¡Y qué me importa tu cariño entonces,
qué vale la estructura de tu cuerpo,
si son los pensamientos de tu alma
como villanos que arrebata el viento!

Romance de LA VIUDA ENAMORADA

Rafael de León

Siempre pegada a tu muro
y al filo de tus almenas;
siempre rondando el castillo;
de tu amor; siempre sedienta
de una sed mala y amarga
de desengaño y arena.

¿Por qué te querré yo tanto?
¿Por qué viniste a mi senda?
¿Quién hizo brillar tus ojos
en la noche de mi pena?
¿Que lluvia de mal cariño
quiso convertirme en yedra,
que va creciendo y creciendo
pegada a tu primavera?

¡Ay, que montaña de amor
tengo sobre mi cabeza!
¡Ay, que río de suspiros
pasa y pasa por mi lengua!

Yo estaba en mis campos hondos,
allí en Castilla la Vieja
durmiéndome entre molinos
y coplas rubias de siega,
y era mi vida una noria
monótona y polvorienta.

Mis hijos venían del campo,
con sus camisas abiertas,
y en el pulso de sus hombros
reclinaba mi cabeza.
Así un día y otro día,
allí en Castilla la Vieja.

Una tarde (por los nardos
subía la primavera...).
Una tarde vi tu sombra
que venía por la senda
dentro de un traje de pana,
tres vueltas de faja negra
y una voz dura y redonda
lo mismo que una pulsera.

-Buenas tardes, ¿hay trabajo?
-Sí- te dije toda llena
de un escalofrío lento
que me sacudió las venas
y que me quitó de encima
diez años de vida muerta,
bordando en mi enagua oscura
una rosa dulce y tierna.
-Está bien- fueron tus gracias,
y, doblando la chaqueta
te sentaste a mi lado
en el borde de la senda.

Vive este amor de silencio
y entre silencio se quema,
en una angustia de horas
y en un sigilo de puertas.
El pueblo ya lo murmura
en una copla que rueda
todo el día por el campo
y de noche en la taberna.

Dicen que si soy viuda
y sacan el muerto a cuestas;
dicen, que si por mis hijos
me debía dar vergüenza...
Dicen, tantas cosas, tantas,
que las paredes se llenan
de vidrios y maldiciones
y hasta a veces de blasfemias.

Mi hijo el mayor (veinte años,
dulce y moreno), con pena,
me habló esta mañana: -Madre,
ese traje no te sienta,
ni esas flores, ni ese pelo,
ni ese pañuelo de hierbas...
Yo no me atreví a mirarlo,
y me sentí muy pequeña,
como si fuese mi madre
la que hablándome estuviera.

-Por nosotros, tu no debes
vestirte de esa manera...

¡Ay, por vosotros! Os di
todo el trigo de mi era;
todavía de vosotros
mi cintura tiene huellas.
¡Sangre mía que anda y vive
y a mí me va haciendo vieja!
¿Pero es que yo ya no tengo
derecho a querer? ¿Qué ciega
ley me prohíbe que al sol
deje mis rosas abiertas?
¿Y que me mire al espejo,
y que me vista de fiesta,
y que en mi jardín antiguo
florezca la primavera?...

¡Quiero y quiero y quiero y quiero!
Están en flor mis macetas;
diez ruiseñores heridos
cantan amor en mis venas,
y me duele la garganta,
y está mi voz hecha piedra
de tanto decir: ¡"Te quiero
como a ninguno quisiera"!

¡Ay, qué montaña de amor
tengo sobre mi cabeza!

¡Ay, qué río de suspiros
pasa y pasa por mi lengua!

¡Canten, hablen, cuenten, digan,
pueblo, niños, hombres, viejas...
que yo de tanto quererle
no sé si estoy viva o muerta!

miércoles, 18 de febrero de 2009

ME ATREVERÉ A BESARTE

Alfonsina Storni

Mírame aquí a tu lado tirada dulcemente;
soy un lirio caído al pie de una montaña...
Mírame aquí a tu lado... Esa luz que me baña
me viene de tus ojos como un sol naciente.

Cómo envidio tus uñas insertas en tus dedos,
y tus dedos insertos de tu mano en la palma,
y tu ser todo inserto en ¡el molde de mi alma!
Cómo envidio tus uñas insertas en tus dedos.

Acoge mi pedido: oye mi voz sumisa,
vuélvete a dónde quedo postrada y sin aliento.
Celosa de tus penas, esclava de tu risa,
sobra de tus anhelos y de tu pensamiento.

Te miraré a los ojos cuando la tarde abroche
tu boca bien amada que no he besado nunca...

LO QUE YO QUIERO

Héctor José Díaz

Que nadie me conozca y que nadie me quiera.
Que nadie se preocupe de mi triste destino.
Quiero ser incansable y eterno peregrino
que camina sin rumbo porque nadie le espera.

Que no sepan mi vida, ni yo sepa la ajena.
Que ignore todo el mundo si soy trizte o dichoso.
Quiero ser una gota en un mar tempestuoso
o en inmenso desierto, un granito de arena...

Caminar mundo adentro sólo con mis dolores.
Nómada, sin amigos, sin dolor, sin anhelos,
que mi hogar sea el camino, y mi techo sea el cielo
y mi lecho las hojas de algún árbol sin flores...

Caundo ya tenga polvo de todos los caminos.
Cuando ya esté cansado de luchar con mi suerte,
me lanzaré en la noche sin luna, hacia la muerte.
De donde no regresan jamás los peregrinos.

Y morir una tarde cuando el sol triste alumbre,
descendiendo un camino, o ascendiendo una cumbre,
pero donde no haya quién me pueda enterrar.
Que mis restos ya polvo lo disipen los vientos,
para que cuando ella sienta remordimientos,
no se encuentre mi tumba, ni se pueda rezar.

martes, 17 de febrero de 2009

¿ME COMPRENDES?

Elsa Fariña


¿Me comprendes, amor,

cuando te digo,

que no quiero que me faltes,

aún en la distancia?

¿Que no vivo sin tí

aunque no puedas amarme?

¿Que los ojos

se me cubren de nostalgia

tan solo de pensarte?



¿Me comprendes, amor,

que no soy nada,

en este inútil navegar por tu mirada,

si no encuentro la luz

de tu palabra?



¿Me comprendes...

que estoy sin nada,

y no miento,

con los ojos perdidos

en un futuro incierto?



¿Me comprendes,

que quiero dejar esta agonía,

que quisiera sonreír,

y es demasiada...

esta soledad que me acorrala?



¿Me comprendes, amor,

que hoy,

no tengo nada?

y no quiero perder

la ilusión de tu palabra?



¿Lo comprendes, Amor..?

POEMA N* 13

Pablo Neruda

He ido marcando con cruces de fuego
el atlas blanco de tu cuerpo.
Mi boca era una araña que cruzaba escondiéndose.
En ti, detrás de ti, temerosa, sedienta.

Historias que contarte a la orilla del crepúsculo,
muñeca triste y dulce, para que no estuvieras triste.
Un cisne, un árbol, algo lejano y alegre.
El tiempo de las uvas, el tiempo maduro y frutal.

Yo que viví en un puerto desde donde te amaba.
La soledad cruzada de sueño y de silencio.
Acorralado entre el mar y la tristeza.
Callado, delirante, entre dos gondoleros inmóviles.

Entre los labios y la voz, algo se va muriendo.
Algo con alas de pájaro, algo de angustia y de olvido.
Así como las redes no retienen el agua.
Muñeca mía, apenas quedan gotas temblando.
Sin embargo, algo canta entre estas palabras fugaces.
Algo canta, algo sube hasta mi ávida boca.
Oh poder celebrarte con todas las palabras de alegría.
Cantar, arder, huir, como un campanario en las manos
de un loco.
Triste ternura mía, ¿qué te haces de repente?
Cuando he llegado al vértice más atrevido y frío
mi corazón se cierra como una flor nocturna.